001. Prólogo

La tormenta sumía al barco en un vaivén mayor y la cortina de lluvia dificultaba la visión. Los estallidos de los cañones del navío enemigo al lanzar las salvas de aviso les hacía intuir a qué distancia se hallaban. El capitán, con su característica mirada de hielo, se encontraba tranquilo y sereno sobre el castillo de popa.

- Estamos ganándoles distancia. - dijo el segundo de a bordo, un hombre fornido con una cicatriz que cruzaba el mismo rostro que no intentaba ocultar las ansías de batalla.

No había en los mares ningún barco más veloz que aquella carraca de tres palos y más de cien pies de eslora que izaba la bandera negra. Las leyendas la conocían como Rubí Sangriento. Se había fabricado con las innovaciones de un galeón, lo que le daba una potencia de fuego y unas defensas que lo hacían sobresalir entre los demás navíos de su tamaño, y con un castillo de popa que apenas levantaba tres pies del suelo, lo que lo hacía más rápido y maniobrable. Las ciudades temían ver aparecer sus velas de cuero granate porque las historias acerca del capitán más sanguinario de todo el océano eran sabidas por todo el mundo.

El capitán observó por el catalejo hasta vislumbrar la nao que perseguían. - Que carguen los cañones con munición. Edward, prepárese para el abordaje. El segundo de a bordo llamó al contramaestre para que hiciese llegar las órdenes a la tripulación. - ¡A la artillería!¡Esperen la señal! Y todos los marineros obedecieron de forma eficiente sabiendo que lugar ocupar. Excepto Jonan que intentaba pasar desapercibido. Llevaba dos años en el Rubí Sangriento y no se le había dado jamás la oportunidad de batallar. Era el más joven de la tripulación pero el capitán sólo le sacaba dos años, así que no era excusa. Nadie era desconocedor del especial aprecio que el capitán le tenía al chico y no era de extrañar que a la hora de la batalla siempre lo mandase a la parte más escondida del barco. Aún así el joven rechazaba cualquier tipo de protección e intentaba escabullirse, casi siempre en vano. Esta vez se había hecho con la ropa de uno de los artilleros.

La tormenta no parecía dar tregua, pero el viento estaba a su favor. El capitán tomó el timón para virar el barco y poder disparar estando a tan sólo dos mil pies. Sus hombres abrían las portas que dejaban salida a las bocas de los cañones. - ¡Fuego! - gritó el contramaestre cuando se le hizo la señal pertinente. El estruendo ensordeció el ambiente y las balas llegaron a su objetivo haciendo que disminuyese aún más la velocidad. Ahora que habían encendido fuego, la batalla daba comienzo. Se enfrentaban a otro navío pirata, Maleficio Dorado, capitaneado por Jansen Brukes, un veterano en el mar que se dedicaba a la investigación de nuevos mundos para hacerse con sus tesoros. Y en su poder tenía uno valioso, un mapa. Aquel que llevaba a la tierra no explorada por ningún hombre y que contenía el poder del océano que los haría tener dominio sobre los siete mares.

Los truenos iluminaban la escena. Ambos barcos se posicionaron de forma paralela y los garfios volaron por los aires hasta llegar al otro navío. Empezaba el abordaje. El capitán desenvainó su sable en el justo momento que Brukes se lanzó al puente, a lo alto del castillo de popa. Consiguió defenderse sin problemas de la estocada que lanzó al caer. - Capitán Steve. - dijo con una voz burlona. - Me pregunto porqué no me extraña verlo interesado en el Mapa del esqueleto.